VESTIGIOS DE LA GUERRA CIVIL

A lo largo y ancho del término municipal de Lopera se pueden encontrar hoy en día numerosas huellas de la Guerra Civil Española, puesto que en los alrededores de la localidad se situó la línea divisoria entre ambos bandos nacional y republicano, conocido popularmente como frente de Andújar. Existen en la actualidad dos importantes nidos de ametralladoras junto al Puente del Arroyo Salado, conocidas popularmente como «trincheras», que están compuestas por bloques de hormigón armado, aunque también se aprecia en su estructura hierros entrecruzados y pequeños trozos de piedra.

El primer nido de ametralladoras está situado sobre un terreno totalmente llano y muy próximo a la carretera J-2930 (Lopera-Bujalance), a 2,5 kilómetros del casco urbano. Su estructura adquiere la forma de S, tiene una altura de 2 metros, más de veinte orificios para la instalación de las distintas ametralladoras, pequeños huecos en la parte superior para la colocación de los fusiles y armas automáticas, y zonas interiores para la reserva del armamento y munición. Sus dos extremos acaban en forma de semicírculo y uno de ellos está semidestruido como consecuencia del impacto ocasionado por un proyectil de guerra. Las paredes laterales de una de sus ventanas exteriores están estructuradas en numerosos peldaños de 5 centímetros de ancho cada uno, para rechazar mucho mejor el impacto de las balas e impedir que penetraran en el interior de la misma. En su suelo o superficie se detecta la existencia de tres pequeños agujeros o perforaciones terrestres, que eran utilizadas por los nacionales para construir galerías subterráneas donde poder descansar parte de su ejército y refugiarse de los ataques del enemigo.

El otro nido de ametralladoras se haya situado a unos cien metros de distancia del anterior (más alejado de la carretera) y fue construido sobre una pendiente elevada. Por lo tanto, su superficie consta de dos pequeñas escaleras, con tres y dos peldaños respectivamente, provista a su vez de descansos. Su estructura adquiere la forma de L y acaba igualmente en semicírculo. Por lo demás, también tiene orificios para la ubicación de ametralladoras, huecos superiores para los fusiles y espacios interiores para la conservación de la munición. Ambas estructuras se construyeron en ese lugar en concreto por el ejército nacional con el objetivo de controlar todo el paso de vehículos y personas por el puente del Arroyo Salado.

En el Cerro de las Esperillas existen también unas importantes trincheras republicanas, aunque muy mal conservadas. Hoy en día tan sólo se puede apreciar parte de su estructura ya que los escombros, los arbustos y la tierra acumulada con el paso de los años han enterrado parte de este valioso patrimonio de la guerra civil. No obstante, el posible visitante todavía se puede impresionar al comprobar lo que queda de dicha trinchera, que está excavada en piedra viva y con casquijo de Lopera. Desde este punto en cuestión se puede ver un impresionante paisaje compuesto a lo lejos por el Cerro de San Cristóbal (donde existían unas importantes trincheras hoy desaparecidas), el Cerro del Calvario, fuente del Pilar Nuevo, actual Paraje de San Isidro; lugares que fueron escenario de esta cruel guerra sin razón y que debe servir para mirar hacia atrás en el pasado y aprender de los errores cometidos para que no vuelva a suceder nunca jamás.

Si continuamos recorriendo el término municipal de Lopera no encontramos en el pago de Valcargado, junto a la antigua carretera nacional Madrid-Cádiz, con un bunker o fortín antitanques en forma cuadrangular, compuesto por bloques de hormigón y ladrillo, y que posee unas dimensiones de 10 metros de ancho por dos y medio de alto. En su fachada principal se construyó en los años cuarenta una puerta rectangular y una ventana lateral realizada a base de hierro fundido. La cubierta es totalmente de hormigón y después de la guerra civil fue utilizado como vivienda por algunas familias.

A unos treinta metros de distancia de este fortín existe otro nido de ametralladoras, realizado totalmente a base de hormigón y piedra, en forma de semicírculo, y que posee una altura en su punto más elevado de 1,70 metros. Consta de un pequeño semisótano y un agujero en su parte posterior para la instalación de ametralladoras. Después de la guerra civil, fue utilizado como lugar donde se explosionaban los distintos proyectiles de guerra. En toda esta zona se registraron sangrientos enfrentamientos al estar situado el mismo frente de guerra.

También es importante el nido de ametralladoras situado en el Cerro Morrón, que fue utilizado como observatorio, aunque está muy mal conservado. Tiene forma triangular y fue construido a base de hormigón armado. Así mismo, hay que destacar los refugios de la guerra civil que aún existen en algunas viviendas de Lopera. A este respecto, debemos citar por su importancia el refugio de la familia Peña Medina, ubicado en la calle Alfonso Orti, 7; el refugio existente en la casa Rueda, situado en la Plaza de Juan Rafael Criado, 4; el refugio de la familia Merino, en la calle Doctor Fleming, 2; y el refugio de la casa del Holandés en la calle Cuesta, 2.

También las once cuevas, a la entrada a Lopera, por la carretera de Porcuna, se utilizaron como refugios. Estas datan del año 1828 y disponían de varios cuerpos. Otros refugios a citar son el que alberga la Casa de la Tercia baja y el refugio de la casa Cabrera, en la calle Pablo Iglesias, 1. La inmensa mayoría de estos refugios que se utilizaron durante la guerra civil no se concibieron para tal fin, ya que su construcción data de antes del comienzo de la guerra. Se trataba de los sótanos de las casas, que normalmente los utilizaban como despensas donde almacenaban sus alimentos.

Decíamos en un trabajo similar, que caminar por la geografía bélica de nuestra guerra produce un sentimiento de evocación, de tristeza y de curiosidad a la par. No debemos perder de vista que aunque ahora sean mudos centinelas de unas posiciones inexistentes, los restos de la guerra también son la prueba de la irracionalidad a la que pueden llegar los hombres. Y como tal debemos preservarlos, para que nos recuerden lo que no debemos repetir.

En los años cuarenta, la localidad fue además testigo de la explosión de dos proyectiles de guerra a los loperanos José de la Torre Sánchez y José Adán Valenzuela, dejándoles heridas irreversibles en diversas partes de su cuerpo como ojos, gluteos y testículos. Recien terminada la guerra, en el mes de abril de 1939, fallecieron otros dos loperanos al manipular dos bombas de mano que se habían quedado sin explosionar en el casco urbano. El 30 de mayo de 1990 se produjo también la detonación de un proyectil de guerra a los loperanos Luis Melero Relaño y Antonio Melero Monje cuando se manipulaba descontroladamente en un olivar de su propiedad, por lo que tuvieron que ser ingresados de gravedad en el Hospital «Ciudad de Jaén».

Por lo tanto, casi todos los años estos proyectiles procedentes de la guerra civil española vuelven a salir a la superficie por los efectos de las torrenciales lluvias o bien por las tradicionales labores de arado de la tierra. La ciudadanía ha tenido que vivir constantemente ante el riesgo de que aparezcan nuevos proyectiles al ser una zona muy proclive a tales sucesos. Durante la segunda mitad del siglo XX han sido muchos los loperanos que han utilizado estos artilugios bélicos como posibles floreros, ceniceros, pitilleras para el tabaco o como otro cualquier motivo decorativo.

Al finalizar la guerra civil, muchas viviendas de Lopera aparecieron sin tejados, sin puertas ni ventanas y algunas de ellas prácticamente semiderruidas por los efectos de los bombardeos republicanos. Edificios tan emblemáticos como el Castillo, la Iglesia Parroquial, el Colegio Público Miguel de Cervantes y el Ayuntamiento presentaban serios desperfectos en gran parte de su estructura como consecuencia del normal desarrollo de la contienda. La Dirección General de Regiones Devastadas, que en su origen estuvo integrada en el Ministerio de la Gobernación y posteriormente en el de la Vivienda, procedió en los años inmediatos de la posguerra a la reparación de todos los daños materiales ocasionados por la guerra y a la construcción de nuevas viviendas. Por medio de estos recursos económicos se invirtieron en la localidad durante los años cuarenta un total de 9325909 pesetas, que se destinaron a la ejecución de 39 proyectos de reconstrucción.

Fuente: Antonio Marín Muñoz

Imágenes by DRONVI Air Services

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